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miércoles 15 junio 2011 3923 Vistas

El pañuelo no se mancha


Por Dante López Foresi

Quienes hicieron de la traición y la mentira sistemática una forma natural de relacionarse con la sociedad, por estos días embaten arteramente contra quienes sobresalen por el culto a la paz y la dignidad posiblemente más destacado de la historia argentina: las Madres de Plaza de Mayo. Lo invito a concentrarse e imaginar que lee este artículo, desconociendo por completo la historia de nuestro país.

Es más. Imagínese que Usted es un habitante de una colonia británica de esos que piensan que Buenos Aires es la capital de Río de Janeiro. Respire profundo. ¿Concentrado? Comencemos con nuestro "cuento" basado en hechos reales...

Había una vez...no. No. Es un comienzo demasiado mediocre para hablar sobre protagonistas tan sublimes. Intentemos de nuevo: Durante una dictadura criminal y genocida, sólo 14 madres de jóvenes desaparecidos decidieron caminar alrededor de un monumento frente a la casa de gobierno de un país del sur del planeta.

Se distinguían del resto de los mortales, porque utilizaban unos pañuelos blancos con el nombre de sus hijos bordados a mano por ellas mismas. "Las locas de la Plaza", comenzaron a denominarlas. El Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea de ese país, quienes fueron "algunos" de los responsables de la desaparición de más de 30 mil habitantes, a los cuales torturaron salvajemente y luego arrojaron al río con sus pies en un balde lleno de cemento fraguado, necesitaban que le pueblo las ignorara. Las menospreciara y despreciara.

Para ello necesitaron que los periodistas ocultaran la verdad y, aún más allá, hablaran de esas 14 viejitas como de "terroristas desquiciadas" que sólo intentaban dañar la imagen de aquel país ubicado bien al sur del planeta ¿Me sigue? Las Madres no paraban de caminar alrededor del monumento cada día.

Sus piernas no soportaban, pero el recuerdo de cada risa de cada hijo las motivaba a cada una de ellas para seguir pidiendo "aparición con vida". Eso decían los carteles que esas "locas" portaban: "Aparición con Vida de nuestros Hijos".

Los militares, entonces, recurrieron a los diarios más leídos de ese país y le propusieron un trato: ustedes no cuenten nada sobre las torturas y desapariciones, y nosotros a cambio les damos el papel para sus ejemplares gratis. Es más. Les dejamos la única empresa productora de papel para que no sólo no les cueste nada, sino para que les vendan a precios altísimos el papel a los demás diarios. Y los dueños de esos periódicos, aceptaron el trato satisfechos. Y cumplieron su parte del trato gustosos.

Miles de jóvenes seguían siendo torturados, asesinados y desaparecidos. Pero en los diarios no aparecía la noticia. O, peor aún, aparecían titulares asegurando que las Fuerzas Armadas "habían abatido a peligrosos terroristas en un enfrentamiento armado".

Años después, se sabría (y no a través de esos diarios precisamente) que algunos de esos "terroristas" no superaban los 7 u 8 años de edad. Pero las madres seguían caminando en círculos. En silencio. Tanto caminaron, que muchos comenzaron a acompañarlas. Se acercaban temerosos, les preguntaban, escuchaban y caminaban junto con ellas. De tanto caminar, el mundo entero comenzó a conocerlas como "Madres de la plaza". Cientos de jóvenes comenzaron a cantar "Madres de la plaza, el Pueblo las abraza".

Finalmente, la Libertad llegó a ese país ubicado tan al sur del planeta. Los asesinos de los hijos de esas madres comenzaron a ser condenados y a pagar con la cárcel de por vida sus delitos. Los dueños de los diarios siguieron "informando" impunes durante décadas. Hasta que les llegó su turno. Los cómplices de los asesinos y traidores de sus propios lectores, debían enfrentar a los jueces de aquel país. Y no lo soportaron.

Mientras aparecían nietos de aquellas Madres, que habían sido robados de las manos de sus madres asesinadas, incluso por la dueña del diario más "importante" y conocido, y la Justicia hacía su trabajo, alguien...un sujeto cercano a esas Madres las traicionó. Las viejitas ya tenían más de 80 años. Creyeron ingenuamente en esa única persona que las traicionó. Y juntos, los dueños de aquellos diarios, los dirigentes políticos que debían favores a esos diarios, las personas que aún las consideraban "las locas de la plaza", aprovecharon la situación para tratar de ensuciar los pañuelos de las ancianas, tratándolas como "ladronas" y "corruptas".

Cada día hablaban solamente de ese traidor, y trataban de convencer al Pueblo de que las viejitas caminantes, gracias a las cuales la Libertad volvió a reinar en aquel país ubicado tan al sur del planeta, eran verdaderamente delincuentes. Esas Madres jamás volvieron a ver a sus hijos. Ni siquiera sabían el lugar donde estaban sus cuerpos. Las flores quedaban sin destino. No había hijos a quien llevarlas. Sin embargo, construyeron casas, enseñaron a los jóvenes a no actuar como los asesinos, sino a ganarles con una lucha persistente y convencida. A ganarles "caminando". Sólo caminando. En Paz. Eso sí. Sin pausa.

Los cómplices de los asesinos de sus hijos, cuando la sociedad comenzaba a juzgarlos, intentaron destruir a esas Madres en un intento desesperado por salvar sus propios pellejos.

Pero sucedió que un día...

El final de la historia está aún abierto. Aquel país "ubicado tan al sur del planeta", es el nuestro. Se llama Argentina. Esas madres tratadas como "locas" por tanto cobarde y tanto malintencionado antes, y ahora como "delincuentes y corruptas" por los cómplices civiles de los asesinos de sus hijos, siguen caminando alrededor de esa plaza: nuestra Plaza de Mayo.

El único traidor, está siendo investigado por la Justicia y fue denunciado por las propias Madres. Los dirigentes, políticos, periodistas y sujetos ligados a esos diarios..que se llaman La Nación y Clarín, siguen intentando destruir a esas mismas madres que, la mayoría de ellos, jamás se atrevió a mirar a los ancianos ojos.

La dueña del diario más conocido, Ernestina Herrera de Noble, está cada vez más cercada por la Justicia, sospechada de haber robado a dos hijos de desaparecidos. Las Madres de Plaza de Mayo tienen millones de hijos. La dueña del diario, tuvo que robar los suyos.

Las Madres siguen caminando. El Pueblo ya no está en silencio, como en aquellos años.

De cómo termine este "cuento", dependerá si aquellas personas que habitan en ese país ubicado tan al sur del planeta, que se llama Argentina, es decir, NOSOTROS, aprendieron o no de la historia y prefieren vivir sin delincuentes en las calles o gobernados por ellos.

Así como no existe persona de bien que maltrate a su Madre, no existe sociedad sana que maltrate a sus Madres. El traidor, que se llama Sergio Schoklender, ya había matado a su propia madre. Las viejitas se equivocaron en confiar en él. Ese ser despreciable les demostró que existe un delito peor que matar a la propia madre: traicionar a TODAS las Madres.

Seguramente, Schoklender pagará su nuevo delito con la cárcel. Quizás hasta compartirá celdas o pabellones de un presidio con la dueña del diario más conocido. Ambos robaron: él, dinero. Ella, identidades de niños.

Pero lo importante, es que aquel Pueblo que alguna vez miró con recelo aquellos pañuelos blancos y a esas Madres caminando incesantemente, no vuelva a creer en quienes les mintieron durante años, sólo a cambio de papel y Poder. Pero no pudieron. Las Madres, siguen caminando.

Ningún colorín, Ningún colorado. Este cuento, aún no ha terminado.

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