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Editoriales

jueves 21 junio 2012 3251 Vistas

Moyano: el camionero que perdió el tren


Por Dante López Foresi

Resulta paradójica la realidad argentina a veces. Mientras un gobierno sostiene las paritarias, perdidas durante muchos años en nuestro país, y anuncia un ambicioso plan de viviendas que beneficiará a más de 400 mil personas, algunos representantes de los trabajadores endurecen su posición frente al mismo gobierno y protagonizan medidas de fuerza que parecen, al menos, desproporcionadas y extemporáneas. Sobre todo, teniendo en cuenta que los trabajadores que protestan, y hasta insultan a la Presidente de la Nación, perciben un salario promedio de casi 11 mil pesos.

El responsable de esa posición asumida por la CGT no es solamente Hugo Moyano, sino la dirigencia más vetusta del sindicalismo argentino, enmarcada bajo el obeso rótulo de "Los Gordos".

Es justo aclarar que Moyano jamás se mostró como un ferviente defensor del actual gobierno, como lo hizo su ladero Julio Piumato, quien hasta que llegó esta supuesta ruptura, se deshizo en comentarios elogiosos y consignas vacías hacia cualquiera que apareciera en el firmamento político autoproclamándose como "kirchnerista". Como su apoyo fanático hasta el agotamiento hacia Amado Boudou, cuando fue precandidato a la Jefatura de Gobierno porteño.

Conocida es para los usuarios de redes sociales la leyenda "APDV", que significa "A paso de vencedores", utilizada por el gremialista de los judiciales, como firma de todos y cada uno de sus comentarios empalagosos de los últimos años en favor de cualquier medida del gobierno.

Pero Moyano - más hábil que su incondicional amanuense vocacional - nunca se definió en lo que realmente importa, es decir, los hechos. Al menos, hasta el momento. Muchos supusieron que la ausencia de protestas y la participación de camioneros en actos oficiales significaba un apoyo incondicional. Pero antes que los principios, en cierto círculo sindical priman los intereses y el poder.

Si bien los reclamos puntuales del gremio encabezado por el hijo de Moyano no son descabellados, lo que se le cuestiona desde el oficialismo es su egoísta y desproporcionada actitud confrontativa. Que un docente tribute ganancias, no es demasiado coherente con el espíritu del "modelo", si bien es cierto que muchos asalariados pueden pagar ganancias, precisamente por los constantes aumentos salariales resueltos en paritarias que antes, reiteramos, no existían y que permiten que un camionero, reiteramos, gane más de 11 mil pesos mensuales.

Tampoco Moyano parece tener demasiada aceptación en la sociedad en su conjunto. Sin pretender colocarnos en exégetas de "la gente", como suelen hacer otros colegas, la simpatía en la sociedad no es uno de los puntos fuertes de Hugo Moyano.

Pero sería erróneo analizar la actitud de confrontación de Moyano desde un perfil puramente gremial, ideológico o político. El camionero necesita votos de congresales de la CGT para ser reelecto al frente de la central obrera, y en la actualidad el panorama no se le presenta sencillo, de cara a la fecha decisiva del 12 de julio.

Su acercamiento al socio sindical de la oligarquía rural y del duhaldismo más recalcitrante como el "Momo" Venegas, fue sólo el primer gesto que Moyano exteriorizó, dando a entender que está dispuesto a cualquier cosa con tal de alcanzar su fin de mantener su poder en la CGT.

Moyano nunca fue hombre de poner "los huevos en la misma canasta". Tiene un hijo liderando su sindicato (Pablo) y el otro (Facundo) como diputado nacional, cargo alcanzado formando parte de la lista del Frente para la Victoria. Y, simultáneamente, anticipa su apoyo a la candidatura presidencial, de Daniel Scioli en 2015 y visita los estudios de TN, canal del Grupo Clarín, al cual el propio Moyano bloqueó hace no mucho tiempo. "Si no ganamos los peronistas, ganamos los radicales", dice un viejo refrán político--popular.

El objetivo de Moyano es sostener su cargo gremial y su cuota parte de poder. No tiene otra motivación. Reclama airadamente que el gobierno le pague la deuda que mantiene con las obras sociales, pues esa "caja" le permitirá seguir construyendo y acrecentando su propio poder personal.

Los bloqueos de refinerías y convocatoria a un paro nacional, lanzado desde el canal de noticias TN sin asamblea previa de trabajadores, no hubieran existido si los trabajadores eligieran a la conducción de la CGT por voto directo.

El gremio liderado por la familia Moyano transporta combustibles, alimentos, residuos y productos agropecuarios, lo que lo convierte en una pieza clave en la cadena del aparato productivo del país. Como ocurrió en Francia, un paro de camioneros desestabiliza a cualquier gobierno en las actuales circunstancias. Moyano lo sabe. Y decidió desafiar a la mismísima Cristina Fernández a una pulseada política, como otrora lo intentara hacer sin éxito con Néstor Kirchner.

Algunos kirchneristas se sienten "defraudados" y "traicionados" por este supuesto "abandono de apoyo al proyecto nacional" protagonizado por Hugo Moyano ¿Hubo realmente un cambio de actitud? ¿Alguna vez Moyano antepuso el "proyecto nacional" a sus propios intereses? ¿A qué se debían los constantes enfrentamientos entre Néstor Kirchner y Moyano incluso, la noche previa a la muerte del ex Presidente?

Esta situación coyuntural deja al desnudo una asignatura pendiente del gobierno: reconstruir el sistema ferroviario devastado por y durante el menemato. Sin ferrocarriles, el monopolio del poder sindical seguirá estando en manos del gremio de camioneros. Y, como se sabe, ningún monopolio es sano para los argentinos en su conjunto.

Una de las definiciones de lo que llaman "modelo", puede ser: "Reemplazar el poder en manos de corporaciones para que resida en manos del Estado". La CGT no es el enemigo, pero cuando defiende sus propios intereses económicos, funciona como una corporación, aún sin serlo por definición.

¿La culpa es de Moyano? No lo creo. Cuando escribí el artículo "Los gusanos en las entrañas" y otros similares, no hacíamos otra cosa que anticipar las luchas intestinas que se producirían pugnando por el poder y la sucesión presidencial, al no existir cláusula de reelección indefinida en nuestra Constitución.

"El león no muere por el ataque de otras fieras sino por los gusanos que lleva en sus entrañas", decíamos en el mencionado artículo de opinión. En tal sentido, no creemos que Moyano sea un "gusano en las entrañas", porque tampoco pensamos nunca que formara parte de un proyecto colectivo, como suponen algunos fanatizados kirchneristas.

Los peronistas rinden culto al concepto de "lealtad", como una condición casi religiosa. pero a veces creen que la lealtad se define como apoyo incondicional a sí mismos y no a un proyecto común, como debiera ser. Por eso, tarde o temprano, experimentan frustraciones y consideran traidores a quienes jamás tuvieron la más mínima intención de encolumnarse en un proyecto común. A hombres que no luchan por convicciones, sino por intereses. A Moyano le convenía parecer kirchnerista. Parece que ya no sucede lo mismo.

Esa forma de razonar la política, degenera en posiciones maniqueas, como por ejemplo, considerar enemigo a cualquiera que contradiga principios supuestamente comunes. Confundir al enemigo es el primer paso antes de la derrota inevitable.

El enemigo de los argentinos sigue y seguirá siendo todo aquel que, desde afuera o desde adentro, proteja intereses mezquinos en detrimento del conjunto de la sociedad. El verdadero enemigo utiliza armas como políticas de ajuste, considerando como variable a los que menos tienen, el aparato represivo del Estado para silenciar protestas sociales y estrategias comunicacionales desestabilizantes desde medios que monopolizan el mensaje. Los dos primeros ítems no parecen ser parte de la agenda del actual gobierno. En su afán por perpetuarse en la CGT, a Moyano poco le importa servir de mascota a los grupos económicos que necesitan desestabilizar al actual gobierno para recuperar sus privilegios.

Moyano no es el enemigo, pero tampoco consideramos que alguna vez haya sido aliado de un proyecto común. Fue leal a Néstor Kirchner, fue leal a Cristina y prometió lealtad a Scioli. Ello significa que el que es leal a todo sin condiciones y con genuflexión, sólo es leal a sus mezquinas ambiciones. No comprender esta lógica es, por lo menos, ingenuo.

Haber enfrentado al menemismo ya no parece alcanzar para que Moyano sea reconocido como un referente de lucha social. Periodistas como Lanata también enfrentaron al menemismo y hoy sirven intereses de los más beneficiados en aquellos años.

Lo que parece cierto es que el camionero perdió el tren de la historia. Pero correría riesgo su liderazgo si alguna vez se hubiera subido. Mientras con sus medidas de fuerza y los insultos de sus afiliados a Cristina consiga los votos necesarios de otros sindicalistas para seguir al frente de la CGT, su principal objetivo habrá sido alcanzado, sin importarle demasiado las consecuencias desagradables que sus medidas provoquen en los argentinos y en el crecimiento del país.

Algunas preguntas dominan la coyuntura y los últimos episodios: ¿Por qué un trabajador camionero que cobra más de 11 mil pesos mensuales insulta a Cristina del mismo modo que un cacerolero de Recoleta? ¿Por qué Facundo Moyano aún no renunció a la banca que consiguió gracias al Frente para la Victoria? ¿Por qué el gobierno no convocó a Moyano en su momento para debatir sobre el impuesto a las ganancias? ¿Realmente a Moyano le interesa que los trabajadores paguen ganancias, o en realidad confronta con el gobierno para demostrar y mantener su propio poder?

La única respuesta que conocemos, es que la sociedad no merece quedar como rehén de ambiciones personales y sectoriales y de pugnas políticas. Siempre el conjunto social, es más importante que lo sectorial.

El camionero perdió un tren al que jamás se había subido. Al menos, ya quedó claro.

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